sábado, 26 de junio de 2010

Querido Señor Presidente

En vista de que le falta muy poco para terminar su segundo mandato, aquí le doy algunas sugerencias para que se vaya con algo de dignidad.


1. Consiga ahora mismo un nutricionista que le elabore una dieta para bajar de peso. ¿Acaso ha visto a algún presidente sudamericano al que se le caiga la panza por los cuatro costados? El único caso evidente de gordura -aparte del suyo- lo tiene Hugo Chávez, y usted, Alan García, no es un dictador, ¿o sí?

2. Complemente esa dieta con una buena rutina de ejercicios supervisada por un inclemente entrenador. Asegúrese de usar faja para resultados más rápidos.

3. Planche ternos, pantalones y camisas antes de salir en público. En la visita a Trujillo (el pasado jueves), realmente daban pena las arrugas en sus prendas.

4. Cambie su sastre y asegúrese de que el nuevo no le haga prendas desastre (entiéndase por prendas desastre aquellas que evidencian su complexión matrona).

5. Olvídese de la portátil. No me refiero por si acaso a la laptop que pueda usar, sino al séquito de pobres olvidados que "espontáneamente" aparecen cada vez que se inaugura cualquier obra. Todos sabemos que esa "espontaneidad" es pagada y movilizada en hacinados microbuses.

6. Deje de citar a Víctor Raúl Haya de la Torre en todos sus discursos. No es que el fundador del Apra me caiga mal, pero realmente aburre que cuente historias del trujillano que vio no sé qué a inicios del siglo, y que se preguntó, y que pensó, y que se volvió a preguntar... y así sucesivamente hasta armar un círculo vicioso que, a fin de cuentas, no dice nada.

7. Responda a las preguntas de los periodistas sobre temas que interesan. Si tiene el floro y la garganta para hablar largos minutos sobre anécdotas que a nadie importan, ¿qué le cuesta gastar más saliva para contestar interrogantes sobre los casos turbios en su partido? ¿Espera acaso que la prensa le pase franela al final de sus visitas?

8. Nunca trate de abrirse paso. La patada en las cuatro letras a Jesús Lora (¿se acuerda de él?) ya jugó en contra suya, pero decirle a los periodistas "quítense que voy a pasar" es una atorrantada tremenda.

9. Sea sincero. Si algún político no es de su agrado, simplemente no lo invite y se acabó el asunto. Remítamosnos a la inauguración del Museo de Moche. Si César Acuña, quien irradia el carisma de una cuchara, no le caía bien, ¿para qué lo invitó? ¿Para entregarlo como sacrificio al dios degollador de las Huacas, para que lo aplauda o para regalarle una foto después de que se cansara de mirarlo?

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